martes, 4 de mayo de 2010

La Magia de los Besos

Hay besos que asoman con timidez, con leve contacto, en Colombia los llamamos “picos”. Otros arrancan con ardor, aprietan y retuercen, succionan y sueltan. Otros se inician acariciantes, resbaladizos, con ayuda de suaves mordisqueos, mientras la lengua apoya vacilante. Los besos suelen ser la puerta de entrada al romance, la semipenumbra es propicia y prepara el clima adecuado para que se enciendan las chispas del amor.
Casi siempre una sostenida sesión de besos conduce con seguridad al acto erótico pleno, encendido de pasión. También en un momento furtivo, pueden dar lugar a instantes de elevada sensualidad sin que necesariamente culmine todo en el lecho del amor, como en aquellos instantes en los que no hay lugar a otras expectativas. En tal caso, la mirada y el solo gesto parecen imponer el modo y el lugar.
Así las cosas, la amorosa conflagración derramará chorros de lava ardiente por el cuello, hombros, los pechos que se abren puntiagudos y amenazantes, hacia la desnudez. Los pezones erectos y sedientos reciben agradecidos los labios palpitantes del amante. En fin, los besos, según las circunstancias, logran constituirse en todo un capítulo de la novela amorosa, con la ventaja que las ansias no del todo saciadas, rendirán cuenta de cobro en ocasión más afortunada. Mejor aún, cuando la pareja recién se ha conocido, o cuando se disfruta del agridulce vino de la reconciliación.
Quienes deseen profundizar fuentes de sabiduría milenaria “El Kamasutra” consagra un capítulo de iniciación a la magia de los besos.
 
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