Segunda Oleada Nudista O: Los hijos de la Guerra.

Los años sesenta estuvieron marcados por una serie de acontecimientos y agitaciones de todo orden: La humanidad buscaba canales de expresión. La liberación sexual, no sola de ellos, sino también de ellas, se había puesto de moda. Entre otras manifestaciones, las faldas de las mujeres empezaban a subir por encima de la rodilla hasta convertirse en minifaldas.
Apare el bikini, junto con otra prenda algo más atrevida pero que no tuvo mucha difusión: el monokini. En todo el orbe el ambiente social se había recalentado. Era el tiempo de la guerra de Vietnam, las protestas callejeras en contra de este conflicto; la lucha por los derechos civiles, las muertes de John Kennedy y Martin Luther King. El peligro de una guerra nuclear pesaba sobre todos.
De repente, en las praderas de Alemania y otros países europeos y en los improvisados campamentos hippies en norte América, chicos y chicas comenzaron a desnudar sus cuerpos y sus almas. Era posible que de modo inconsciente buscaran hallar un desahogo a su angustia existencial, en la plena sensación de libertad que sólo el libre contacto con la naturaleza podría ofrecer.
Había llegado la segunda oleada del nudismo aliado al naturismo. Medio siglo atrás los pioneros de la desnudes física en público habían señalado en teoría y práctica las conveniencias de este modo de vida. Pronto, playas públicas y privadas, igual que centros naturistas empezaron a ser visitados por matrimonios relativamente jóvenes que practicaban el nudismo junto a sus hijos y familiares.
Si nos ponemos a realizar cuentas, descubrimos que durante el desarrollo de la segunda guerra mundial, aquellos chicos y chicas eran los mismos niños y niñas que veinte años antes conocieron los horrores de la guerra en los campos de Europa o que habían visto partir a sus padres rumbo a los frentes de combate.
Sin lugar a dudas ellos habían sido los hijos de la guerra.