martes, 19 de mayo de 2009

Noche de Fiesta (crónica)

“La invitación a la fiesta daba con una construcción campestre, especialmente hecha para el placer. En un amplio salón, se ubicaban los invitados, distribuidos en mesas. A la vista estaba la sala de relax, con servicios de masaje, baño turco y sauna. Por supuesto, este salón no tenía puertas, de modo que todo lo que se hiciera allí resultaba visible desde el salón principal.
En el segundo piso: las habitaciones disponibles; de rato en rato subían grupos de a 3 y de a 4, que se perdían detrás de las puertas. No eran necesario pedir permisos para ocupar cualquiera de esas habitaciones. El interesado sólo debía hacer girar la cerradura y ¡listo!. Algunas veces, sus ocasionales ocupantes olvidaban asegurar la puerta y de repente, el recién llegado se encontraba con un inusitado cuadro pasional. ¡Disculpen…!
Desde las ventanas se apreciaba un bien cuidado jardín, bañado por la luz de la luna y junto al jardín: una piscina en cuyas aguas, las luces de la noche se descomponían en reflejos iridiscentes.
El show de media noche comenzó. Una bella chica inició una sensual danza, vestida de enfermera; (nunca se sabe por qué el disfraz de enfermera, produce una extraña sensación de picante morbosidad). Luego de interminables veinticinco minutos de expectativa, al son de una impresionante música electrónica, la chica sólo vestía una diminuta tanga brasilera. La música cambio hacia otras tonalidades y mientras ella seguía moviéndose con gestos provocativos, apareció un joven, danzando junto a la chica. Empezó a retirar la ropa deportiva que ostentaba. En tres minutos, los dos bailarines se hallaban bastantes ligeros de ropas, pero un segundo después se encontraban los dos en total desnudez y ambos se repartieron la estancia.
Las manos de ellos buscaban el cuerpo de ella, mientras que las manos de ellas buscaban el cuerpo él. En un instante, una esplendorosa rubia de unos treinta años, se arrodillo frente al joven y cometió un osado, acto que el narrador no se atreve a describir. Luego: El despelote. Hombres y mujeres, rodeando a los incitantes bailarines. Casi todas las mujeres seguían danzando luciendo con desparpajo sus torcidesnudas figuras.
A la final, todos estábamos en la poco profunda piscina, retozando unos con otras y todos con todas. También todas con todas. Orgasmos explosionaban bajo las aguas. Otras espasmódicas erupciones se producían en el cercano jardín. Tal vez un venturoso universitario, haciendo el amor con la novia de su mejor amigo ¿Dónde estaría la novia de èl?, ¿… Qué estaría haciendo y con quién?. Poco importaba. La luna seguía brillando con luz de plenilunio, mientras la madrugada amenazaba con derramarse sobre las colinas cercanas.”

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